Todos los caminos
Técnica verdaccio, con acrílico, luego retocado digitalmente. (lo desarrollé en el marco del taller de Damián Crubellati, en el C.C. Rojas) |
Hace muchísimo que no subo algo... Aquí va.
Estos últimos tres años han sido muy pero muy dolorosos. Perdí a varios seres muy queridos e importantes para mí. Mi perra Bianca y mi perro Rupert partieron en el 2017 (también falleció luego de un largo trecho una de las dos últimas gatas de mi abuela, a quien quería mucho). Y a fines del 2018 perdimos a mi padrastro, Daniel, y a mi abuela, Sara, con una semana de diferencia. 2019 fue un año de duelo, al cual también despedimos con otra pérdida, la última gata de mi abuela, que increíblemente la sobrevivió por un año, falleció en la madrugada de Navidad. Pero para ese momento, y con mucha ayuda psicológica, estuve bastante lista (o lo más lista que podía estar, sin que por ello no me doliera o generase tristeza).
Sin mediar una muerte súbita o por factores externos, la pérdida es como la segunda parte del proceso; la primera parte, si uno tiene la suerte de acompañarla, es todo el proceso de un cuerpo que se muere.. que es más largo, profundo y sinuoso de lo que me esperaba. Y digo suerte, aunque quizás para algunos no lo sea, pero siento que es un privilegio poder acompañar a un ser querido en sus últimos momentos en este planeta, poder despedirse, poder intentar darle algún alivio (aunque nunca parezca suficiente), y porque se puede aprender mucho de ello, aunque implique un sufrimiento muy grande...
No puedo decir que fueron muertes completamente inesperadas, pero la manera en que se dieron sí lo fue... Diría que ninguno murió fuera de su vejez, y tuvieron vidas relativamente largas; sin embargo, Rupert era dos años mayor que Bianca y creíamos él se iría antes que ella, solo por ser más viejito. Y que si él pudo vivir hasta los 17 años, entonces Bianca también podría... Mi abuela era muy mayor y con problemas graves de salud, y mi padrastro gozaba de una buena salud aparente, y sin embargo partió antes que ella, a dos años de poder jubilarse. También fue inesperado que se dieran la mayoría de estas pérdidas tan seguido, Bianca en julio del 2017 (no recuerdo si la gata de mi abuela falleció un mes antes o después), Rupert en diciembre del mismo año. Daniel y mi abuela, ambos en diciembre del 2018.
El factor acelerador fue, en al menos dos casos, un cáncer. Bianca desarrolló un hemangiosarcoma (cáncer que se origina en los vasos sanguíneos) y Daniel un cáncer de páncreas. Ambos son tipos de cáncer que se suelen descubrir tarde, donde hay poca o vaga indicación de que algo no está bien, y donde una vez descubierto, el deterioro es pronunciado. Bianca tenía 15 años y vivió poco menos de dos meses, transfusión de sangre mediante, después de que se supo que estaba enferma. Daniel tenía 63 años y falleció a las tres semanas de descubiertos los tumores.
Mi abuela y Rupert en cambio, tuvieron un deterioro de un año, y tenían muchas deficiencias e insuficiencias, aunque en definitiva murieron por problemas cardiovasculares. Mi abuela tenía 88 años y estuvo lúcida hasta el final, Rupert tenía 17 años y medio, y sufría de demencia canina (senilidad), otra degeneración progresiva muy difícil de comprender, pero sería demasiado explayarme sobre ello aquí por ahora...
Puedo escribir esto porque estuve procesándolo durante todo un año, pero aún así me es difícil lidiar con la muerte; más aún aceptar que todos mis seres queridos, incluso yo, somos finitos... Y no solo está el dolor de uno, sino también el dolor de los demás que también sufrieron su propia pérdida y su propia realidad de todo el proceso, dándome cuenta que, aunque la muerte sea universal, otros lo manejan de formas muy distintas a la mía. Con lo cual se puede volver muy difícil hablar de ello; la muerte en sí, como tema concreto, y no abstracto, no deja de ser un tema tabú. ¿Para qué bajonear a medio mundo abordándolo? ¿Quién sabe hablar de eso con seres queridos sin resultar insensible o sin ponerse a llorar o que te agarre una terrible angustia existencial? Y es que muchos de nosotros no tenemos el hábito ni la práctica de hacerlo, y diría que esto es un error. Porque no es algo de lo cual estemos desconectados del todo, por más que tratemos... Llámenle, instinto o intuición. Solo que, la mayoría de las veces, decidimos no escucharnos.
En el caso de Bianca, una amiga de mi mamá que había adoptado a su hermanito, le comentó que éste tenía unos "tumores raros" y al poco tiempo falleció, con casi 15 años de edad. Pero no se hizo, o no se quiso, hacer la conexión. Creíamos ingenuamente que era una cuestión de ese perro y su particular entorno. Pero era el hermano. Bianca ya tenía una predisposición genética a desarrollar tumores. También tenía muchos lipomas (de grasa, benignos), y el veterinario me decía que nunca vio a un perro con tantos lipomas.. Y tenía muchas berrugas ocultas debajo del pelaje.. Es decir, ella tenía una tendencia a producir "crecimientos" en su cuerpo, benignos y, finalmente supimos, malignos.. No digo el desenlance hubiera cambiado, pero les aseguro no es lo mismo saber que no saber, tener ciertas expectativas y de pronto encontrarse con un cuerpo que parecía sano pero resulta estaba muy enfermo. Y con Daniel pasó algo similar. Su madre había muerto de cáncer, su abuela también, su papá no sobrepasó los 60 años. Él también tenía una clara predisposición genética, que conocíamos pero "decidimos" ignorar como familia.. Tenía además diabetes e hipertensión (como su padre), pero eso él se lo trató y por lo menos puedo rescatar que él sí sobrepasó los 60 años, y que en esta vida un año o un mes o un día más que puedas compartir con los tuyos y estar en este mundo, es lo más valioso que se te puede conceder.
Salvo que el sufrimiento de esos momentos extras fuera demasiado grande... Y esa es otra cosa que puedo "rescatar". Por más largo que sea el deterioro, la muerte te libera de todo ese terrible sufrimiento. Y libera a ambos, porque, y esto me sorprendió, sentí alivio todas las veces que terminó ese proceso... Alivio y tristeza, no digo se sienta bien, lo que más desearía es que cualquiera de ellos se hubiera recuperado y volviera a estar como antes.. Pero no iban a estar como antes, llega un momento en donde solo se ponen peor y peor y peor. Son situaciones muy pero muy agotadoras.. Caóticas para toda la familia, en todo sentido.. Y entonces hay un cierto respiro cuando eso llega a su inevitable conclusión.. No sé si esto le pasará a todos, también quizás dependa del tipo de relación, si es un padre, o una pareja, o un hijo... Pero para mí llegaba un momento en donde la muerte me parecía hasta necesaria, la posibilidad de morir era como un regalo frente a un prolongado e irreversible sufrimiento.
Luego, sí, viene el vacío, la profunda ausencia, la angustia.. el duelo.. Y con el tiempo, darme cuenta que los llevo conmigo, que están aunque no estén. Y si eso suena contradictorio, siento es la única forma de convivir con su ausencia, sin angustiarme tanto.
Escribo todo esto porque creo profundamente que es necesario poder articularlo de alguna forma, no huir del tema, no patearlo para cuando "sea el momento" (que nunca se sabe) o hacer como si no fuera a suceder, como si fuera ese horizonte vago y difuso y muuuy lejano... Todos vamos a morir, y esto no es un "bajón", es una realidad, inevitable, inescapable, natural, universal.. Reconocerla, aunque haya miedo, es a la larga lo más saludable que se puede hacer, porque no es una opción, la reconozcas o no como parte de la vida, lo es, pero no va a dar lo mismo pasar por ella reconociéndola y aceptándola, que pasar por la vida tratando de ignorar lo que en buena medida ya sabemos..
Y creo eso es lo único que uno puede controlar, qué hacer frente a lo inevitable. ¿Lo hablarías? ¿Lo compartirías? El miedo y la angustia, o lo que sea que se sienta. ¿Pondrías tus cosas en orden? ¿Te preparías de alguna forma? No cambiaría el resultado, pero quizás el camino nos podría resultar más tranquilizador, y ser algo menos caótico de lo que ya sería... Porque muchas veces se puede intuir desde lejos, y además es algo que ya sabemos ocurrirá.. Mi abuela me preguntó una vez, semanas antes de su muerte, y mucho antes también me decía cosas parecidas, "¿Cuánto más podré estar así?", y yo no sabía qué decirle, no quería "deprimirla" con la idea de su propia muerte cuando la veía tan frágil... Y ahora me parece una zonzera ese pensamiento, le podría haber dicho "¿querés hablarlo?", y capaz a ella le hacía bien o le daba alguna contención.. Y si me decía que No, bueno, eso también hay que respetarlo.. Pero uno puede estar más abierto a la posibilidad de darle la importancia y el respeto que se merece la muerte, no como algo que anda escondido como un ladrón y entonces irrumpe y nadie tiene idea de qué hacer ni de qué decir.. Aunque nunca parezca suficiente..
Carpe Diem, dirán algunos... Pero no puede ser de modo superficial.. Necesitamos prestar más atención, ser más observadores con nuestro entorno, con nuestra salud en todo sentido, y la de quienes nos rodean. Si hay algo que atender, atiéndanlo. No se puede hacer todo en un solo día pero lo único que digo es: no lo pospongan tanto.. Porque ese mañana o momento ideal para hacerlo puede no llegar nunca. Y que así sea, dirán algunos... Pero solo digo que hay cosas que si se posponen demasiado, terminan haciendo el camino ya difícil, más difícil todavía... Y uno puede terminar inesperadamente superado, perdiendo el poco control y dignidad que la vida nos dio. Somos homo sapiens, no podemos asegurar el futuro pero tenemos la capacidad de preveer eventualidades, de ver las posibles ramificaciones de tal o cual decisión, tenemos un cerebro poderoso y toda nuestra experiencia encima (y la de los demás y de toda la historia de la humanidad), que nos permite al menos intuir muchas cosas. Aprovechen eso también, Carpe Cerebrum.
Por último, al finalmente caer en la cuenta de que, lo que pasó estos años, volverá a suceder y seguirá sucediendo, diría de compartir lo más que podamos nuestras vidas con nuestros seres queridos, y no dejarse estar demasiado, porque todo puede cambiar. Puede ser en una década o en un año, puede ser en unas semanas o al día siguiente, no se sabe, así que, aprovechemos a los seres con los que vale la pena estar y que nos hacen bien y sin los cuales la vida iría perdiendo sentido.. Y estén abiertos a posibles futuros seres queridos.. Por supuesto que entrará en juego lo que le pase al otro, y a veces el otro no puede o no sabe recibir lo que le podemos dar, así como también a uno le pasará lo mismo con muchos otros, y eso cada uno lo puede tratar de ver y revisar, preguntarnos ¿es este el lugar que queremos ocupar? ¿qué tipo de relación queremos tener con el mundo? Pero más alla de los demás, dudo mucho dé lo mismo vivir la vida sabiendo que se dio (o se trató de dar) todo lo que se pudo de uno mismo, que desconocer ese lugar... Bianca, Rupert, Daniel, mi abuela, Piwi y Minina, con todos los buenos y malos momentos, y toda la angustia que significa perderlos, aprendí mucho de ellos, y para mí, ahora, son amor puro.